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jueves, 28 de agosto de 2008

El problema de Carlos CEO - Tres

Carlos había escuchado los comentarios de los consultores. Realmente, coincidían con su visión, pero claramente no se sentía la persona indicada para gestionar el cambio. El cambio operativo, el día a día, no creía que pudiera gestionarlo habiendo estado los últimos años como principal responsable.

Sin embargo, estaba convencido que tenía la información y la capacidad necesaria para liderar todo el cambio hacia la empresa que él creía. La experiencia de tantos años recibida por su padre y las vivencias de las que había sido protagonista, no creía que podían tirarse a la basura.

Por otra parte, tampoco existía ningún miembro de la familia dispuesto a ocupar responsabilidad alguna en la empresa. Si el consejo no aceptaba esta nueva situación, Carlos estaba dispuesto a dejar su actual vinculación a la empresa y tomar un nuevo rumbo en su vida profesional. Carlos entraba en la que podía ser su última reunión de la empresa por la que su padre y él habían dado buena parte de su vida...

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La reunión transcurrió como preveía, de una forma fría y tensa. A los asesores externos no les gustó nada que el joven Carlos qusiera modificar la política que en su opinión había otorgado a la empresa una solidez financiera muy importante y había logrado que los miembros de la familia mantuvieran un alto nivel de vida. Sin embargo, Carlos siguió insistiendo en la problemática actual y en la visión pesimista que él observaba para los próximos años. La competencia crecía y los clientes no eran eternos. La posición que planteó les pareció a todos un tanto desproporcionada.

Carlos enfocó entonces el problema hacia el punto más delicado: su papel en el proceso de cambio que él entendía irrenunciable. La parálisis a la que iba abocada la empresa obligaba a buscar nuevas opciones. Sólo, segun él, desde el exterior podría darse un vuelco gradual en los próximos años. Los accionistas ajenos a la familia no vieron con malos ojos la opción que Carlos les planteaba e incluso propusieron los nombres de algunas personas de su confianza que podrían hacerse cargo de ese puesto. La parte más dura formada por los asesores externos se negaba en rotundo y entendían que Carlos no estaba ya a la altura de poder seguir con la dirección de la empresa y se propusieron como alternativa.

En un descanso, Carlos se acercó a su hermana mayor, Natalia. Ella era la única que podía convencer al resto de la familia, sobretodo a sus 4 hermanos. Hablaron en un lugar aislados del resto durante los quince minutos de pausa. Natalia admiraba a Carlos, por el tesón que siempre había tenido en continuar con el negocio de su padre. Ningún otro lo había querido y él siempre había asumido su papel, incluso antes de ser mayor de edad. En estos momentos, sabía que era un momento delicado. Conocía a Carlos, sus enormes capacidades, pero también sabía de sus impulsos y de sus ideas innovadoras que discurrían en su cabeza desde hace unos meses. Natalia tenía en su mano la decisión final, como representante de los hermanos y sobretodo por la participación de su madre.

Volvieron a la reunión. En un ambiente tenso, Natalia comentó que había hablado con sus hermanos y su madre, y todos apoyaban a Carlos en su decisión. Se basó en el argumento que su padre hubiera hecho lo mismo y eso significaba mucho para ellos. Carlos respiraba tranquilo y sin mirar a los asesores que mostraban una y otra vez su desacuerdo, se dispuso a anunciar los siguientes pasos. Era el momento de cambio y tenían que empezar por ellos mismos...

Carlos presentó su dimisión como Director Gerente y su proposición como Presidente de la compañía, que fue aceptado por la mayoría. A continuación, mostró su plan de acción basado en la contratación de un nuevo Director General y un apoyo externo basado en la innovación, proponiendo un nuevo equipo de asesores que impulsaran con sus experiencias la nueva etapa de la empresa. Ello suponía cesar a los actuales asesores de la empresa. Era un paso que como nuevo Presidente creía absolutamente necesario. Para Carlos, el barco tenía que ir en una dirección y todos tenían que remar hacia el mismo lugar y con la convicción necesaria.

Carlos, comentó los 7 puntos más importantes para él, en la línea que Senior Manager había indicado en sus comentarios y concluyó con el ánimo a todo el mundo para la colaboración en esta nueva etapa de una empresa con todas las posibilidades de liderar el futuro.

Al término de la reunión, Carlos tenía su conciencia tranquila. Empezaba una nueva época. En los próximos días cerraría su nuevo equipo asesor y comenzaría la búsqueda de una nueva persona para dirigir el día a día de la empresa.

Pero Carlos seguía insistiendo en una nueva palabra: Apertura, transparencia, información. Si debía abrirse una nueva etapa, ésta no se conseguiría sin la implicación de las personas de la compañía. Había conseguido un paso importante: el Consejo apoyaba su decisión. En unos días, un nuevo equipo lideraría el plan de los próximos años. Pero, ¿y la comunicación? ¿Cómo involucrar a todo el personal? ¿Sería mejor una reunión general, una carta explicativa, algo novedoso...? En el principio del cambio, los gestos son importantes. ¿ Cómo comunicar a los trabajadores que la empresa necesita esos cambios? ¿Cómo hacerles partícipes?

Empezaba el momento del cambio y no se presentía nada fácil...

1 comentario:

jmsunico dijo...

Desde mi punto de vista el mayor error sería precipitarse en la comunicación. En una situación como la descrita lo fundamental es contar con el nuevo equipo que también debe responsabilizarse de cómo comunicar e involucrar al personal.
Una comunicación difusa sólo provoca rumores, y una demasiado concreta es como comprar un ancla sin saber cómo va a ser el barco o desatracarlo sin el capitán en el puente de mando.