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jueves, 28 de agosto de 2008

El problema de Carlos CEO – Uno

Carlos tenía una cosa clara: quería cambiar el rumbo de su empresa hacia un nuevo camino que les llevara a ser innovadores o al menos hacia una empresa con iniciativa y no ser vista como una tradicional, la heredada de su padre hace ya cinco años y que debería continuar así para algún día entregar el testigo a sus hijos.

La empresa disfrutaba de una cómoda situación financiera donde el nivel de endeudamiento era mínimo (como su padre diría: si tenemos, ¿Para qué pedir?), situación que Carlos veía como una enorme oportunidad, mientras su padre la hubiera entendido como una amenaza. Eso era, sin duda, lo más fácil de cambiar y él se sentía orgulloso de la labor de su padre, pero estaba convencido que tendría que llamar a la puerta de los bancos e inversores a la hora de lograr un empuje para su proyecto.

Lo que más le preocupaba a Carlos era la actitud y el espíritu "tradicional" de las personas que trabajaban en la empresa y la total falta de motivación por hacer algo diferente. Esto, parecía imposible de cambiar entre las 150 personas que formaban parte de la plantilla. Y del mismo modo era la imagen que como empresa transmitían a la comunidad social y empresarial del entorno.

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Carlos quería dinamizar todo lo que fuera posible la empresa que su padre había fundado hace 49 años. Y pensaba que celebrar los 50 años con un espíritu innovador, sin olvidar un recuerdo a su padre, podría ser un revulsivo. La empresa empezaba a notar un freno en sus ventas, en la calidad de los productos que vendían y observaba como la aparición de nuevas empresas empezaba a quitarles potenciales clientes así como a algunos de sus mejores vendedores.

La empresa fabricaba sillas desde de las típicas para salón con múltiples acabados, hasta los taburetes de cocina. Sólo hacían sillas para la casa y distribuían sus productos a través de una red comercial en las zonas más pobladas y distribuidores especializados en determinadas zonas con población muy dispersa. La implantación internacional era muy limitada.

Carlos intuía que en el futuro las cosas no serían tan sencillas como en los últimos años. Los cambios se producirían a un ritmo feroz y la competencia crecía en diferentes nichos y sentía que la empresa no tendría resortes adecuados para responder eficazmente a las nuevas situaciones que se estaban presentando y que aparecerían sin duda en los próximos años.

A Carlos le habían hablado de contratar los servicios de una consultora tradicional. Sus consultores eran profesionales con una amplia experiencia en producción, análisis estratégico, planificación y dirección comercial. Estaba seguro que los consultores proporcionarían nuevas ideas en cuanto a procesos, eficiencia y nuevas líneas de producto así como una mejora en la rentabilidad de la distribución comercial.

Sin embargo, en la mente de Carlos CEO, había más cuestiones y su idea era mucho más profunda. Dudaba que las aportaciones sin duda valiosas de los consultores provocaran un cambio real en la organización, la tecnología, la conversación, la comunicación, en la participación, en la coherencia necesaria, en las personas, en la forma de enfocar las nuevas propuestas, de provocar innovación,.....y él estaba convencido que el futuro se dirigía hacia otro lugar...

A Carlos CEO, le gustaría escuchar otras propuestas. Quería un nuevo modelo de empresa. Estaba abierto a comentarios...

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